La Devoci�n se Propaga
La fama del Santo
Cristo se extendi� r�pidamente por los pueblos comarcanos, alcanzando a diversas
regiones espa�olas y asom�ndose tambi�n allende nuestras fronteras. Pronto acudieron
forasteros a contemplar la preciosa imagen. En 23 de marzo de 1579, Juan Domingo
del Val, natural de Jaul�n y vecino de Alpartir, muere de repente de la ca�da
de su caballo cuando ven�a a ver el Santo Cristo. En 1611 el Visitador D. Juan
Sent�s por el Arzobispo Manrique, alba la frecuencia y devoci�n de los fieles
que llegan en tropel a la capilla del crucufijo. Para evitar los inconvenientes
que pudiran resultar de abrir la iglesia de noche para mostrar la imagen a la
gente pasajera, estaba prohibido franquear el templo despu�s de las siete de
la tarde en invierno y m�s all� de las nueve en verano, y los sacerdotes estaban
obligados a celebrar temprano a lo menos una Misa en la Capilla para que los
devotos la oyeran y pudieses volver a sus tierras. Por este tiempo se repet�an
en el hospital las defunciones de personas procedentes de cualquier punto de
Espa�a y hasta del extranjero. Los hubo franceses, flamencos, irlandeses, castellanos,
gallegos, asturianos, etc. So color de pobres se alojaban a menudo en el hospital
vagabundos y gente de vida dudosa. Mirando por la moralidad lo visitaban frecuentemente
el Vicario, Justicia y Jurados, exigiendo las cartas de matrimonio y reconociendo
a los hu�spedes. No andaremos muy descaminados si pensamos que muchos de estos
viajeros ven�an a Calatorao en alas de la devoci�n al Santo Cristo.
Nos consta que a trav�s de los tiempos han venerado al Santo Cristo ilustres
personalidades de la Nobleza, del Clero y de la milicia, artistas, medicos,
abogados, publicistas, catedr�ticos, etc. A principios del siglo XVIII, los
Condes de Perelada visitaban todas las semanas al Santo Cristo desde La Almunia
en donde resid�an, y obtuvieron para su matrimonio un fruto de bendici�n. Y
siguen llegando peregrinos, algunos con pies descalzos siendo raro el d�a en
que no tropecemos con alg�n piadoso forastero postrado ante la Imagen santa.
Nadie que por cualquier motivo llega a Calatorao se aleja sin haberle dado culto.
Los numerosos peregrinos han hecho siempre muchas ofrendas de cera, han entregado
copiosas limosnas y encargado cantidades extraordinarias de misas. En 1610 no
pudieron celebrarse en la capilla 1.273 misas. Desde el 8 de junio de 1611 hasta
el 1 de diciembre de 1613 se anotaron 7.227, y en 1615 no pudieron tampoco los
sacerdotes cumplir con la devoci�n de los fieles. En los decretos de Visita
se leen prolijas y minuciosas �rdenes para la recta administraci�n de las limosnas
y la exacta aplicaci�n de las misas. El Rey Carlos II don� a la Capilla una
dehesa que se llam� del Santo Cristo y que luego pas� a ser propiedad de la
Casa de Ganaderos de Zaragoza.