La Fiesta Anual del Santo Cristo

Muy pronto la Villa de Calatorao hizo voto de guardar como de precepto el d�a 10 de mayo de cada a�o, fiesta de la Corona de Espinas del Se�or, por la merced de Nuestro Se�or Jesucristo les hab�a hecho de darles una imagen de tanto m�rito. La solemnidad se cambi� luego al 14 de septiembre, tal vez como recuerdo de la segunda traslaci�n, y porque es tiempo m�s oportuno para el descanso, terminadas ya las faenas de la siega y antes de comenzar la vendimia. No hace todav�a muchos a�os que la compa��a de ferrocarriles formaba trenes especiales a precio reducido los d�as 13,14 y 15 de septiembre en el trayecto Zaragoza-Calatayud. Posteriormente ciculaba s�lo uno el d�a 14 entre Zaragoza y Calatorao hasta que fue suprimido desde 1936. Anunci�banse ocho d�as antes en las estaciones del trayecto y eran una magn�fica propaganda de la festividad.

Aunque en las v�speras fuesen llegando forasteros, era siempre un espect�culo emocionante el de la ma�ana de catorce. Sobre las nueve silbaba el tren mixto en el que viajaban los m�s madrugadores y un poco m�s tarde otro silbido prolongado anunciaba la llegada del especial con dos m�quinas y cuarenta unidades. Antes de detenerse el convoy se api�aban en las ventanillas los viajeros sacudiendo pa�uelos y gritando de alegr�a. Abiertas las portezuelas, se mezclaban las exclamaciones y los abrazos de los que esperaban y de los que ven�an y todos juntos en compacto pelot�n se dirig�an al pueblo por el viejo camino de la estaci�n. Los 1800 metros de longitud se ocupaban totalmente y ya llegaban las vanguardias a la calle de la Herrer�a cuando todav�a sal�an los rezagados de los andenes.

No faltaban entre los romeros enfermos y mutilados que ven�an en demanda de curaci�n o alivio y abundantes "enemigosos" o aparentes endemoniados. Los que iban entrando encontraban ya llena la iglesia, pero a toda costa hab�a que abrirse paso; y cuando los "posesos" o hist�ricos consegu�an situarse ante el Crucifijo sol�an desatarse en gritos e imprecaciones y otros excesos. Con los esfuerzo de los infelices para soltarse de los brazos opresores de familiares y amigos y por el calor agobiante del recinto, se desprend�an de parte de sus prendas de vestir que los monaguillos recog�an, pasadas las fiestas y quem�bamos despu�s en el cementerio viejo. El desorden y griter�o era tal durante los divinos oficios que ni cantores ni predicadores lograban hacerse oir. Todo eso fue terminando afortunadamente cuando, por los a�os de 1925, las autoridades tomaron la sencilla medida de sacar del templo a los alborotadores. El fresco de la sacrist�a o de la calle y la ausencia de curiosos, acompa�ados a veces de medidas m�s en�rgicas, obraron "prodigiosas curaciones". Hoy acude menos gente, apenas si llega alg�n "enemigoso", pero cada a�o se llena la iglesia a rebosar todos podemos oir con devoci�n la santa Misa y escuchar piadosamente la palabra de Dios.

Por el p�lpito de Calatorao han desfilado en este d�a famosos predicadores. Podemos recordar a D. Vicente Caderera, Doctoral de Huesca; a D. Mariano Superv�a, que fue Obispo de Tenerife; a D. Julio Bernal Soriano, miembro de la Real Academia de la Historia; a D. Santiago Guallar Poza, oriundo de Calatorao por la l�nea materna y a D. Felix Lasheras Poza, hijo de Calatorao y can�nigo de Zaragoza que predic� todos los a�os desde 1893 en que dijo su primera Misa hasta las �ltimas fiestas que vivi� en 1899. Apenas ning�n can�nigo del Cabildo zaragozano ha dejado de ocupar la c�tedra sagrada, lo mismo que todos los sacerdotes diocesanos y religiosos que han destacado en el misterio de la palabra.