�Milagros?

El Dr. Ger�nimo Sanz visitando la Parroquia en 1.609 en nombre del Arzobispo Borja, mand� que en un libro grande se asentasen mediante acta notarial todos los milagros que ejecutase el Santo Crucifijo, porque le constaba que hacia muchos. No se sabe si el Cap�tulo cumpli� este encargo porque en ninguna parte ha sido visto el referico libro. Tambi�n en 1.611 escrib�a el visitador Dr. Juan Sent�s, por el Arzobispo Fray Pedro Manrique que sab�a por personas fidedignas las muchas misericordias de Nuestro Se�or se hab�a servido practicar con sus siervos, efectuando muchos milagros. Este mismo Arzobispo comision� dos a�os despu�s el venerable Fray Ger�nimo Bautista de Lanuza, Obispo de Barbastro, para que realizase una investigaci�n sobre los muchos milagros del Santo Cristo y bien examinada la causa la juzg� toda, obra del cielo. A mediados del siglo XVII, la voz de los milagros del Santo Cristo, puesta en lenguas de ni�os y grandes, lleg� a Villarroya de la Sierra e hiri� el piadoso o�do de la Venerable Iasabel Pobar y Maestro, encendiendo en su coraz�n ardientes deseos de adorarlo. Desairada por la cerrada oposici�n de su marido acudi� a su valedor San Ignacio de Loyola, el cual, apareci�ndosele, la traslad� desde Villarroya a Calatorao. Hall�se de repente en la capilla, y all� permaneci� durante media hora, pegada su boca a la llaga del costado de Cristo, de la que brotaba abundante sangre, restituy�ndola seguidamente a su lugar de Villarroya. Cuando despu�s o�a decir que al Santo Cristo de Calatorao le crec�an las u�as se enternec�a la sierva de Dios, a�adiendo "M�s presto le hacen sudar sangre los pecados del mundo". Por este hecho el P. Marchs contaba a su santo Padre Ignacio entre los peregrinos que hab�an acudido a Calatorao. No hab�an trascurrido 100 a�os desde el feliz encuentro de la imagen y los exvotos cubr�an ya las paredes del dosel de su capilla, prueba de que se multiplicaban los favores alcanzados por los enfermos y necesitados que acud�an en masa. No menos de cuarenta supuestos milagros est�n consignados en los diferentes libros que se han escrito a prop�sito del Santo Cristo.
En el lugar de Fr�as de Albarrac�n hab�a un sacerdote ciego desde hac�a diez a�os. A instancias suyas lo llevaron a Calatorao y al entrar en la capilla comenz� a ver un poco, aumentando la visi�n a medida que se aproximaba al altar. Visti�se los ornamentos de la Santa Misa y al comenzar las primeras oraciones recobr� enteramente la vista. En el a�o 1.700 mientras limpiaba la sagrada imagen Mn. Antonio Pascual, Capell�n a la saz�n del Santo Cristo, desprendiose una espina de la corona del Se�or, que fue recogida por el m�dico D. Jos� Falc�n, alli presente. Traslad�se despu�s el galeno a Sos y fue llamado para visitar a una mujer, al parecer muerta. Aplic�le a la cabeza un bolsillo que conten�a un trozo de la venerable espina e instant�neamente, la que parec�a difunta se puso en pie en medio de la sala, curada totalmente. En 1708, era p�blico en Calatorao por haber acaecido s�lo dos a�os antes, que en una ri�a de segadores en el camino de Epila, uno tir� a otro un golpe de hoz al cuello. El herido se aplic� a la herida una estampa del Santo Cristo y, con pasmo de todos sus compa�eros, qued� sano de repente. Juan de la Huerta vecino de Calatorao, conduc�a con otros soldados un ca��n hacia Catalu�a. Por la fragosidad del camino iba a volcar la carreta y se agarr� a la cure�a para evitarlo; pero la violencia del golpe derrib� sobre la punta del pu�al que llevaba colgado al cinto. Invoc� entonces gritando al Santo Cristo y, cuando sus compa�eros cre�an, afligidos, que el cuchillo habr�a penetrado en el pecho, hallaron que se hab�a doblado la punta sin haberle producido ning�n da�o. En la ciudad de Cascante del Reino de Navarra, sufr�a un ni�o la fractura de una pierna. El dictamen de varios m�dicos era la amputaci�n para salvar la vida. El padre hizo aplazar la operaci�n hasta su regreso de Calatorao a donde march� a pie para pedir el remedio del mal. Vuelto a su casa, hall� a su hijo sano y con la pierna entera. Inform�se del d�a y la hora en que el ni�o hab�a quedado curado, y hall� ser la misma en que �l estaba arrodillado ante el Sant�simo Cristo. As� lo dec�a en una carta escrita a Calatorao, pidiendo a los vecinos que le ayudasen a dar gracias a Dios. Un carro de Alcorisa vino a cargar trigo de simiente al granero del castillo. Realizada la operaci�n esperaba a otros debajo del arco que comunicaba el castillo con la Iglesia. S�bitamente arrancaron las bestias y se precipitaron rodando carruaje, mulas y conductor, por un precipicio que debi� de ser la cuesta de la torre, hasta la pared de enfrente. Cuando era de pensar que se habr�an hecho pedazos, se hallaron sin haber recibido da�o alguno, atribuyendo el beneficio al Sant�simo Cristo a quien el mozo invoc� a voces y ante cuya imagen hab�a estado orando minutos antes. El ruido de este portento se extendi� por toda la comarca..