La Tradici�n

Es resumida por los cuatro cuadros que decoran la capilla. All� por 1520, reinando en Espa�a Carlos I, llega a Calatorao un peregrino enfermo, y caritativamente es acogido en el hospital. Curado de su dolencia, visita para dar gracias a Dios la iglesia parroquial, y no hallando en su recinto contra lo preceptuado por las leyes eclesi�sticas ninguna imagen rande del Crucificado, se ofrece a tallar una escultura de tama�o natural, formulando su promesa ante el pueblo al salir de La Misa Mayor. Realizar�a su obra encerrado en una habitaci�n sin testigos. Proporcion�ronle el instrumental que tuvieron a mano, un trozo de nogal. Comenz� el desconocido su labor dentro de la clausura m�s severa. Diariamente introduc�anle por una gatera el alimento.

Pasaron los tres d�as convenidos y extra��ronse los vecinos de no oir ning�n ruido, tanto que decidieron llamar a la puerta temerosos de que hubiera acaecido alguna desgracia. No habiendo obtenido respuestas sus repetidas instancias, acordaron violentar la cerradura en presencia de las autoridades, y su asombro fu� cuando contemplaron la hermosa all� arrimada a la pared, a mano derecha entrando en el cuarto. El peregrino hab�a desaparecido sin dejar huellas ni vestigio alguno de su trabajo, quedando intactas las viandas que a diario le hab�an sido suministradas. Postrados todos en tierra, adoraron a Cristo crucificado y con toda pompa lo trasladaron a la iglesia, pregonando a porf�a que no un peregrino sino un angel en figura de tal, hab�a sido el autor de tama�a belleza. No es esto dogma de fe ni siquiera una verdad plenamente demostrada por la historia. Es una devota tradici�n, una piadosa creencia que hemos recibido de nuestros antepasados.